Tiempo.

No se cuanto tiempo llevo intentando escribir esto,
los dedos me sangran
y no es por morderme las uñas.

Seamos sinceros,
no me van nada las pelis de vaqueros.

Estupideces.

Para poder escribir esto,
necesito ser sincera.


El otro día me levanté,
y al mirarme en el espejo
me di cuenta de que
la persona que me devolvía la mirada
no era yo.

Me habían cambiado,
como en el anuncio.

Los dedos me sangraban,
y no era por morderme las uñas.

Para poder escribir esto,
debo de ser sincera.

Hace tiempo que me perdí,
y no dejo de encontrarme con palabras sueltas
que ningún sentido tienen
si no soy capaz de ordenarlas.

Y no me dejan continuar.

Alguien y nadie han decidido que debo parar.

Pensar.

Reflexionar.

Respirar,
y con suerte,
si no me ahogo,
continuar.

La noche anterior a aquella mañana había
visto a gente que llevaba meses,
años,
sin ver.

Aún estoy delante del espejo,
pero la chica ahora sonríe.

Creo que me ha descubierto.

Sabe que somos la misma persona
pero
todavía no se como escribir esto,
y los dedos no paran de sangrar.

No me gustan las despedidas,
aunque alguien siempre está en la parada del autobús diciendo adiós.

Y nadie me abraza porque sabe que así lloro,
pero no me ahogo.

Creo que estoy empezando a ser sincera.

Me encantó ver a aquellas personas esa noche,
porque ellos si conocen a la del espejo.
Yo hacía tiempo
meses
años
que la había olvidado,
pero el pasado siempre vuelve.

Los dedos me sangran porque
todavía me muerdo las uñas.

No es que alguien me diga adiós,
es que nadie siempre me abraza y
casi nunca lloro,
por eso me ahogo.

No se cuanto tiempo llevo intentando escribir esto.
Sospecho que el mismo que el que me separa de mi reflejo.

Porque al final sí que era yo.
Y conseguí encontrar un orden dentro del caos que
eran las palabras en las que me había perdido.
Que no estaba tan perdida, porque
me paré. Y
después de respirar y pensar,
continué.

Por eso nadie sonrió mientras alguien me apuntaba con el dedo.

Sabía que no me iban nada las pelis
de
vaqueros.